Los oficios del agua

Redolada subió el fin de semana pasado río arriba, desde el valle medio del Ebro, hasta su afluente el Aragón y por él en dirección hacia sus orígenes, a los pies del Pirineo, retomó otro rumbo, el del río Esca, afluente del río Aragón, que bajaba bien crecido, recibiendo las aguas fundidas de las abundantes nieves, acumuladas en las faldas de la Mesa de los Tres Reyes, del Anie, en Belagua, en Belabarce.
En su cauce, tras dejar atrás a Salvatierra de Esca, el último municipio aragonés, el más norteño de la provincia de Zaragoza y atravesar una foz tallada por el río, llegamos a Burguí/Burgi, precioso pueblo del valle navarro del Roncal. Y allí como si el tiempo no hubiera pasado vimos como los largos y rectos troncos de los bosques pirenáicos bajaban habilmente conducidos, por los almadieros de Burgi, por los almadieros del Roncal. Se hacía viva la imagen nunca vista,pero siempre soñada de los troncos atados unos a otros, formando las almadías, trenzados entre si por lianas y cuerdas. me bullían los recuerdos de aquellos troncos que hace más de 50 años mi padre compró en las orillas del Ebro, para formar el tejado de nuestra casa. Troncos como larguísimos lapiceros, todos con la punta afilada y un par de agujeros hechos con grandes berbiquíes en esa punta afilada, que a mi de niño me parecían los ojos de los maderos y que me explicaron, algo que para mi era entonces casi fantástico, que eran para poder ser atados unos con otros, en largas almadías, nabatas se llaman en Aragón, para poder bajarlos desde los bosques pirenáicos hasta la ribera del Ebro.

Feliz reencuentro, con mi niñez, con la tradición, con el amor a lo propio, con la exaltación de la cultura popular, con miles y miles de personas que con respeto y aprecio, rodeamos el cauce del Esca, en torno a Burgi para poder ver en vivo y directo la vida de las gentes sencillas de las montañas, seguir llenando páginas de historia.