Lo que para el planeta Tierra no ha sido más que un signo de su continuo devenir, un leve “estornudo” de sus fuerzas internas, es hoy muerte y destrucción para miles de personas en el país del sol naciente. Japón ha temblado hoy como no lo había hecho nunca. Un terremoto de 8,9 grados, sobre 10 de máximo, en la escala de Richter, ha producido un efecto devastador, por el propio terremoto y por las descomunales olas generadas en el mar, un maremoto, un tsunami, que ha arrasado las costas, hasta más de cinco Km. del litoral. Las olas han alcanzado más de 10 metros de altura y en su recorrido, tierra adentro, se han llevado por delante, personas, casas, coches, barcos, aviones y una masa ingente de barro, agua y todo lo que a su paso iba arrastrando.
De nuevo ha sido como una triste lección de geografía, que de forma práctica, nos muestra la imparable fuerza de la naturaleza, en su crear, destruir, crear, destruir, que son los terremotos, los volcanes, los movimientos sísmicos en general, que están íntimamente ligados a la llamada tectónica de placas.
No debemos extrañar que en Japón, como en muchas otras partes de la Tierra, sucedan estos movimientos sísmicos; el archipiélago nipón, esta sobre el conocido como “anillo de fuego” , que si no fuera por el drama humano que están viviendo, podríamos decirles, que vivir allí, es vivir “jugando con fuego”.
Se derrumba parte del edificio de la central nuclear de Fukushima después de una explosión
Gracias a su nivel de desarrollo y de previsión, los daños a los edificios y a las personas, han sido menores de lo que un terremoto de tal magnitud podía haber ocasionado, pero un mal todavía más dañino y destructivo si cabe, que las fuerzas de las naturaleza se cierne sobre la población japonesa. Una central nuclear afectada por los temblores de tierra está emitiendo niveles de radiación, equiparables a las destructivas bombas atómicas.
Estemos atentos a las noticias, pues esto no ha hecho más que empezar y seguro que tendremos ocasión de ser solidarios y también de replantearnos este modo de progreso, donde desarrollo y bien estar, están asociados a riesgos, como lo que potencialmente tiene la llamada energía nuclear.
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